Nicolás Bartolomé Pérez
RECIENTEMENTE se ha levantado una agria polémica en la prensa leonesa y en la asturiana en relación con la pretensión del Ayuntamiento de León de establecer el leonés como materia optativa y extraescolar dentro del sistema educativo público. La iniciativa, muy interesante y loable, parte del cncejal de Educación, Abel Pardo, de Conceyu Xoven-UPL, y cuenta al parecer con un amplio apoyo de las asociaciones de madres y padres de alumnos. La disputa en cuestión se ha desatado por la oferta de colaboración con ese proyecto de la Academia de la Llingua Asturiana, presidida en la actualidad por la señora Ana Cano, que es además decana de la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo y catedrática de Filología Románica, ofrecimiento que ha sido rechazado inmediatamente en un comunicado por la, creo que recién creada, Asociación de Profesores de Llïonés en unos términos muy duros e insultantes. Conozco la oferta de la Academia de la Llingua por la información aparecida el pasado día 1 de septiembre en este periódico en la que dicha institución lingüística, a través de su presidenta, alaba la iniciativa desde el respeto, la voluntad de no injerencia, tendiendo su mano a los responsables de la iniciativa a partir del trabajo ya realizado por la institución como punto de partida, habida cuenta de que asturiano y leonés pertenecen al mismo dominio lingüístico. Como vemos ni hay injerencia de la academia, ni existe afán expansionista o el intrusismo territorial que denuncia la Asociación de Profesores, sólo elogios y apoyo. La Academia de la Llingua Asturiana es con diferencia la institución científica que más atención ha prestado en las últimas décadas a la realidad lingüística leonesa, así, en las páginas de sus publicaciones periódicas, las revistas Lletres Asturianes o Cultures, han aparecido decenas de trabajos de autores leoneses sobre toponimia, léxico, dialectología, lengua medieval, etnografía, antropología y creación literaria. La academia ha editado o reeditado libros fundamentales sobre el leonés como el de staff sobre nuestra lengua medieval, el de Concha Casado sobre el habla La Cabreira, los trabajos de González-Quevedo sobre el habla palaciega, el amplísimo vocabulario bañés de Jonatan Bayo, la investigación sobre el habla furniella de Álvarez López en su libro sobre el burón, la recopilación toponímica l.lacianiega de Armando Murias, ha publicado una gramática histórica de la lengua, a cargo de García Arias, un estudio sociolingüístico sobre el norte de León, o una edición impagable del Fuero Juzgo en leonés medieval, entre otros trabajos. Lejos de descubrir ahora la pervivencia de nuestra lengua en León la Academia de la Llingua lleva años impulsando la investigación seria sobre la misma desde el respeto y el interés, el mismo interés que tenemos muchos leoneses por nuestra lengua en Asturias o en la Tierra de Miranda .
Vaya por delante mi consideración y reconocimiento por los profesores de leonés, cualquier persona que le dedique tiempo y esfuerzo a la recuperación y dignificación de nuestro patrimonio lingüístico es digna de admiración, pero hay que reconocer que el nivel formativo de muchos de esos profesores es deficiente, y bastantes de ellos carecen incluso de formación universitaria, con la destacada excepción de su portavoz. La propia Universidad de León que expide el título de monitor de lengua leones» hace unos meses ya puso en duda la calidad docente de esos cursos a través del vicerrector del Relaciones Institucionales y del coordinador de cursos universitarios, señalando, respecto a los contenidos, la ausencia de un corpus teórico suficiente y criticando la falta de titulación universitaria de quienes los imparten. Es muy curioso que la propia institución que supuestamente forma a los monitores tenga serias dudas sobre esa formación. El modelo normativo propuesto por la Academia de la Llingua (gramática, diccionario, ortografía) no solo no ha fracasado sino que de hecho es el que se emplea en exclusiva en el ámbito educativo, en los medios de comunicación, en la producción editorial, esa es la norma que promueve el Principado a través de su Oficina de Política Llingüística, y los ayuntamientos asturianos a través de sus servicios municipales de normalización. Por cierto, que en el II Alcuentru d¿Escritores del Occidente Asturianu celebrado en diciembre del 2006, al que aluden veladamente los profesores de leonés y al que también fueron invitados zamoranos y leoneses, lo que se criticó no fue la normativa académica, sino el precario modelo de llïonés que sus anónimos promotores denominan «estándar tácito» y que por ahora no es posible consultar en ningún lugar. Que conste que a la hora de escribir o hablar en leonés muchos leoneses cometemos errores, yo el primero, por la decadencia imparable de la lengua, la práctica inexistencia de literatura leonesa en esta lengua que sirva de referencia y por el hecho de que muchos defensores del idioma tenemos ya el castellano como lengua materna. Un filólogo leonés, Héctor García Gil, ha dicho de este modelo normativo l lïonés , el que se quiere llevar a la escuela pública, que consiste en el «empleo inadecuado en muchas ocasiones de la lengua, con usos léxicos calcados de los primeros años del [movimiento literario] Surdimientu asturiano ya superados y ahora recuperados por ellos junto con arcaísmos, invenciones dieferencialistas y, lo que es más grave, numerosas muestras de fallos morfosintácticos como por ejemplo en la colocación de los pronombres átonos o la trasferencia desde el castellano del laísmo y el leísmo».
Los escritores asturoccidentales usan la norma académica sin problema alguno para escribir en la variante occidental de la lengua (ahí está la obra de Nené Losada, Xosé María Rodríguez, Esther García, Taresa Lorences, L.luís Fernández), o directamente escriben en asturiano estándar (Antón García, Xuan Bello o Miguel Rojo en sus últimas obras). En León sólo tenemos una persona a la que podemos considerar escritor en su nuestra lengua autóctona, tanto por la calidad como por el volumen que ha alcanzado su obra, y es el palaciego Roberto González-Quevedo miembro de la Academia de la Llingua desde su fundación, que siempre ha usado la normativa asturiana en su quehacer literario en la variedad occidental del idioma, y el asturiano estándar en sus libros de ensayo o investigación. La normativa asturiana es deliberadamente flexible para poder aplicarla en la escritura de cualquier variedad del asturleonés, incluidas las leonesas, y el mejor ejemplo nos lo dio la poetisa Eva González quien al reeditar su obra poética completa lo hizo con la ortografía asturiana, por cierto en una edición magnífica de la Academia de la Llingua que cuenta con un sentido prólogo de Ana Cano, que es hablante patrimonial de la misma variedad de nuestra lengua que Eva González. Evidentemente somos los leoneses los que tenemos que buscar las fórmulas para dar vida a nuestro patrimonio lingüístico, y en esa tarea urgente, ingente y apasionante toda ayuda que se nos quiera prestar es poca, especialmente si la oferta parte de especialistas de reconocido prestigio académico.
La Asociación de Profesores afirma que en León hay consenso institucional, social y político sobre el leonés y bien sabemos los leoneses que eso no es cierto en absoluto, desgraciadamente. El único consenso que existe en León en esta materia es el que se da entre las asociaciones culturales El Fueyu, El Toralín y la salmantina La Barda, todas tienen en común haber sido creadas por impulso de Conceyu Xoven, o compartir su ideario. No es difícil advertir que la Asociación de Profesores de Llïonés se nutre casi en exclusiva con militantes de estas asociaciones dependientes de Conceyu Xoven. Fuera de este pretendido consenso se han quedado filólogos leoneses competentes y comprometidos con la recuperación de la lengua como son Héctor García Gil, de la Universidad de León, el zamorano David García, de la Universidad de Salamanca, o el propio Roberto González-Quevedo, así como asociaciones culturales apolíticas como la zamorana Furmientu, con un trabajo ejemplar de defensa y promoción del leonés en Zamora; asimismo, se silencia el trabajo de los pioneros en la defensa del leonés como fueron las asociaciones Ordoño II, en los años ochenta, Facendera pola Llengua o La Caleya, o todas aquellas iniciativas que de uno u otro modo no controla Conceyu Xoven, como el reciente curso de leonés celebrado en la Casa de León en Madrid, que fue todo un éxito. Como es de ver no hay ningún consenso sobre el leonés, simplemente se está aprovechando una singular coyuntura política en el Ayuntamiento de León. El interés que plantea la Asociación de Profesores de Llïonés por el sistema de enseñanza del mirandés, teniendo en cuenta la notable diferencia sociolingüística que existe entre León y la Tierra de Miranda, me parece una vuelta de tuerca más en ese proyecto, inasumible y disparatado, de «modelo territorial leonés» que proyecta Conceyu Xoven y que significa la formulación de un irredentismo leonesista sobre el noeste portugués.
En León no se está haciendo ninguna clase de política lingüística, sencillamente un sector del leonesismo, amparado bajo diversas siglas que conducen a una única organización, está haciendo política con la lengua. Los pocos hablantes de leonés que quedan (viejos y nuevos), y no la lengua leonesa entendida como una abstracción identitaria y etnicista puesta al servicio de nuevos victimismos y agravios, se merecen mucho más.
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